Hacia una teoría del conocimiento de Dios o una epistemología teológica. Parte 1

En este escrito pretendo comenzar a compartir algunas ideas acerca de lo que podríamos llamar una teoría del conocimiento de Dios o en palabras “domingueras” como diría mi amigo Jörle una epistemología teológica.  

Cuando se habla de teoría del conocimiento se utilizan dos palabras que en ocasiones llegan a ocuparse como sinónimos: “epistemología” ─del griego ἐπιστήμη ─epistḗmē («conocimiento») y λόγος ─lógos («razonamiento-estudio») ─ ,  y “gnoseología” ─del griego γνωσις ─gnōsis, «conocimiento» o «facultad de conocer», y λόγος, logos, «razonamiento-estudio»─, ambas son llamadas teorías del conocimiento. Una matización más precisa nos dirá que la epistemología se enfoca principalmente en el objeto de conocimiento, mientras que la gnoseología se centra en el conocimiento en sí mismo o en la mera facultad del conocer humano sin enfocarse en un objeto particular o disciplina específica; ambas están altamente vinculadas y correlacionadas.

En este texto quiero hacer referencia a ambas formas, es decir, al estudio de los principios, los métodos, las limitaciones y los horizontes del conocimiento humano y a estos relacionados con el área teológica del saber, desde la cual se pretende responder a los siguientes cuestionamientos: ¿Se puede conocer a Dios? ¿Qué conocemos acerca de ÉL? ¿Cómo le conocemos? ¿Por qué o para qué conocerle? Es decir que una epistemología teológica sería este análisis racional que intenta presentar cómo responde y experimenta el teísta-cristiano estas preguntas acerca de Dios y de su revelación dentro de su limitada capacidad de conocimiento.

Para esta pequeña síntesis de respuestas que se irán desarrollando utilizaré como fuentes: las enseñanzas bíblicas, las reflexiones de algunos autores y pensadores del ámbito cristiano referentes al tema como son William Lane Craig, Hugh Ross, John Pipper, Antonio Cruz, Juan Lozano, Miguel Nuñez, César Vidal, Tomás de Aquino, Leibniz, Agustín de Hipona, Dostoyevski, Jorge Robles, entre otros; además de consideraciones y experiencias propias. No pienso citar necesariamente de forma directa, pero estas enseñanzas están en mi mente al escribir sobre esto y han influenciado mi comprensión de muchas maneras.

Por otro lado, esto no deja de ser un pequeño esfuerzo que puede ser reformulado, ajustado y corregido desde una postura crítica en búsqueda honesta de comprensión de la verdad, y con la finalidad de desarrollar una mejor sistematización sobre el ámbito teórico de nuestra cosmovisión y nuestro culto racional.

Por lo tanto, invito a los lectores, amigos o personas que puedan llegar a leerlo a que no dejen de realizar observaciones o aclaraciones con el fin de mejorar y aprender más acerca de esto. No pretendo pasar por erudito en ningún sentido, y más bien puedo reconocerme desde una concepción socrática como un ignorante que anhela buscar y comprender mejor la realidad en la que vive y principalmente en relación con las verdades acerca de Dios.

Espero que pueda servir entonces sólo a modo de esbozo para posteriormente ir ampliando el contenido a través de perspectivas y miradas más elaboradas y con mayor conocimiento, también como guía de algunos episodios que realizamos en el podcast y que sin duda están vinculados.

Reconozco como ya de antemano sabemos, que todo esto sería inútil sin una vida práctica que acompañe todo el conocimiento teórico que pueda emerger de aquí; esta praxis es el verdadero conocimiento.


LA CONDICIÓN EPISTÉMICA DEL SER HUMANO


Si bien la misma idea de teoría del conocimiento tiene diferentes connotaciones que dependen del área o rama a las que se pretenda enfocar, existe un cierto acuerdo con respecto a algunos de sus objetivos: reflexionar acerca del conocimiento humano y sus características en diversas categorías. En este sentido entonces, lo primero que podemos decir y que se deduce lógicamente, es que el ser humano tiene en las notas constitutivas de su ser la facultad o la capacidad de conocer, haciendo uso de los medios racionales que le fueron dados en compañía de su experiencia física.

Muchas de las teorías del conocimiento justamente centran sus razonamientos en el cómo, qué y para qué conoce el humano y han dado muy variadas respuestas: se nos dice que conocemos a través de los sentidos y las percepciones, a partir de la experiencia voluntaria e involuntaria, por medio de razonamientos e inferencias, a través de ideas innatas, deductiva e inductivamente,  por medio de instintos, etc., y también se ha mencionado que se llegan a conocer cosas, ideas, objetos, personas, categorías o nociones de pensamiento, principios lógicos y matemáticos, áreas científicas etc., y por otro lado se llega a hablar sobre las razones de alcanzar ese conocimiento; por necesidad, para aprender algo, para mejorar alguna capacidad, para dominar a otro, para ayudar, para subsistir, para vivir mejor, para ganar una guerra, para hacer uso de algún instrumento de trabajo, etc.

Desde la cosmovisión cristiana sostenemos que dentro de esta facultad y de posibles áreas de conocimiento que el ser humano puede alcanzar se encuentra un conocimiento muy especial acerca de Dios, el cual se revela de diferentes formas y que ha dejado un camino para que el hombre pueda comprender algunos rasgos, atributos, instrucciones y anhelos de su creador; esto a su vez le permitirá conocer el propósito real de su vida, lo que se convierte en el conocimiento más importante y significativo para una persona.

Iremos abordando y desarrollando algunas respuestas a estas preguntas, donde le pediré a mis amigos Oliker y Jörle, así como a algunas autoridades eclesiásticas que gusten asumir el reto, para que me ayuden a proporcionar algunas reflexiones.

Comenzaré con la primera pregunta: ¿Se puede conocer a Dios?

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