“Exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos…” (Judas3:1 RV1960)
Para comprender esta serie de textos de forma más o menos
satisfactoria, quisiéramos hacer dos grandes aclaraciones previas; para no caer
en un error de interpretación con respecto a lo que podríamos considerar una mala
intención o un mal propósito de este escrito, que más bien pretende como
siempre decimos: ser de utilidad desde una postura crítica y reflexiva.
En esta serie de escritos hablaremos sobre lo que
consideramos algunas de las falsas enseñanzas, errores de interpretación, falsas
doctrinas y razonamientos incorrectos que suceden en algunas de las posturas o
denominaciones de lo que más exactamente deberíamos llamar “cristiandad”.
Podría parecer que estamos tirando piedras sobre nuestro tejado y que una
reflexión así podría ser más perjudicial que benéfica; pero consideramos que es
todo lo contrario, y no pretendemos tapar los fallos, sino que, desde la
honestidad podemos señalar y aprender sobre algunos errores.
Invitamos a los que puedan leer este texto a considerar lo
escrito, antes de presentar un prejuicio sobre lo que se pretende decir, y a
corregir lo necesario con la siempre abierta invitación al dialogo. También
invitamos a los lectores que no comparten la doctrina cristiana, a no utilizar
este texto como una justificación para desechar o pretender refutar la doctrina
cristiana en sí misma, eso sería una especie de falacia Ad Hominem, ya que la
discusión sobre la veracidad del cristianismo no pertenece a este texto, en el cual más bien hacemos referencia
a los razonamientos, acciones y enseñanzas equivocadas que los cristianos pueden llegar a desarrollar, incluidos nosotros mismos.
CRISTIANDAD Y CRISTIANISMO, DOS COSAS DIFERENTES.
En esta primera parte del tema nos enfocaremos a realizar la primera distinción, ya que nuestra crítica en este sentido está dirigida hacia la
cristiandad y no al cristianismo, lo cual no es lo mismo —tanto creyentes como no creyentes a
veces no sabemos distinguir esta diferencia
—. La cristiandad se refiere al conjunto de personas que han adoptado el
cristianismo como su cosmovisión, que pertenecen a un determinado espacio
histórico y geográfico, y que construyen una cultura y civilización que va más
allá del mero ámbito teológico o doctrinal, también se refiere a sus acciones concretas en este espacio particular. Con esto se pretende decir que la
cristiandad posee un conjunto de ideas, razonamientos, interpretaciones y
perspectivas culturales propias y contextualizadas, que, si bien deberían estar
relacionadas al cristianismo, poseen un cierto nivel de independencia con
respecto a la mera doctrina cristiana, es una forma de vivir e interpretar el
cristianismo en determinado contexto y aplicado en situaciones concretas, y que en varias ocasiones puede no ser coherente con la doctrina cristiana. Por
otro lado, el cristianismo lo podemos entender como la creencia en
las enseñanzas y la vida de Cristo, dadas por él mismo y por los apóstoles —que son considerados
los fundamentos de nuestra enseñanza —. Hemos de considerar en este sentido que a
pesar de que la cristiandad se base en las enseñanzas de la doctrina cristiana,
y que, aunque en teoría debería estar muy vinculada, no siempre ha sido congruente en
su totalidad con sus categorías de pensamiento y no ha adherido con las enseñanzas y con las acciones de forma correcta siempre; ya sea deliberadamente
o por ignorancia.
Como sabemos han existido épocas o momentos históricos en
donde ciertas culturas (consideradas cristianas) han adoptado posturas que
incluso han llegado a ser opuestas o contradictorias a la enseñanza misma
del cristianismo; pensemos por ejemplo en el caso de una cristiandad burguesa
europea (sin generalizar o declarar absolutos) que adoptó en su contexto una
forma de vivir en la que el desarrollo económico privado fue una de sus
principales filosofías políticas (por motivos sociales que en sí mismos podrían
no ser pensando como incorrectos), pero que llevo a varias personas a amar las
riquezas y a generar estrategias sociales para alcanzar dicho fin, arrebatándole el poder económico a quien lo poseía en ese momento —esto sucedió dentro de una cultura que
podría considerarse cristiana, pero fuera de la doctrina cristiana—. Kierkegaard acertadamente dijo que el
cristianismo nos enseña que el amor al dinero es el principio de todos los
males, mientras que la cristiandad europea adoptó modelos que llevaron a bastantes a amar las riquezas —la
avaricia es un problema en el que puede caer cualquier hombre, incluso el
cristiano —. Esto es diametralmente opuesto al ideal
del cristianismo.
Podemos también pensar en momento históricos en donde se buscaba totalizar o absolutizar la religión desde la violencia y la imposición, sin permitir que cada persona ejerciera su voluntad y razonamiento de forma libre en la aceptación de la fe y vivir la experiencia personal de redención, o a ofrecer modelos de negocio como los pagos de indulgencias para el perdón de pecados; estas enseñanzas y razonamientos son parte de períodos de la cristiandad, más no pertenecen al cristianismo, es decir no son enseñanzas de la doctrina cristiana, y que si los pensamos detenidamente están muy vinculados con el amor al dinero y al poder. No podemos tampoco dejar de mencionar los fallos morales y sexuales de todo tipo que han sucedido a lo largo de la historia y dentro de la cristiandad, que son también totalmente opuestos a la enseñanza cristiana.
En este sentido, no pretendemos negar los errores que existen dentro de la cristiandad, y muy al contrario podemos afirmar que las personas que se profesan cristianas han cometido infinidad de errores en la historia humana, sin que esto implique un fallo en el cristianismo por sí mismo o se anule por esto la obra y vida de Jesús, y en un ejercicio de honestidad, podemos encontrar este fenómeno no sólo inserto en la cristiandad, sino en el ser humano como tal; dentro de muchas otras ideologías, doctrinas y filosofías sucede lo mismo, y podemos entender que el problema radica entonces en el corazón humano. Paradójicamente la enseñanza bíblica misma nos muestra que así es la condición humana, y por eso mismo se requiere corregir lo errado, subrayar lo falso y realizar un proceso de crecimiento en el conocimiento y perfeccionamiento hacia la verdad, ¡poner la mirada en Jesús!
Por otro lado, tampoco podemos ser injustos y dejar de mencionar las grandes aportaciones que la cristiandad ha dejado a la sociedad en gran variedad de dimensiones, y de reconocer a los grandes hombres que han sido ejemplo de integridad y virtud a lo largo de la historia, embajadores de Dios en la tierra.
Esta distinción es fundamental en un escrito así, porque
buscamos hacer una defensa de una correcta interpretación de la verdad, y contrastar
la cristiandad en relación con la enseñanza del cristianismo, siguiendo además
los consejos apostólicos de “discernir” las enseñanzas con la lógica y la
verdad, para corregir y señalar lo que pueda ser equivocado. Mike Licona nos
llega a decir con respecto a esto que busquemos y encontremos la verdad,
aceptando todo lo que esto pueda traer o implicar; esto nos recuerda la frase
acuñada a Aristóteles sobre su maestro Platón: “Soy amigo de Platón, pero soy más
amigo de la verdad”, esta misma escena nos recuerda a un apóstol Pablo
corrigiendo al apóstol Pedro en algún momento determinado.
La apologética no sólo se dirige hacia las ideas de afuera, —sino que como bien nos enseñaron y recomendaron los apóstoles— debe desarrollarse internamente también, comenzando por un autoexamen que luego se va abriendo hacia los demás miembros de la iglesia; haciendo un discernimiento y análisis sobre las enseñanzas que nos llegan, o las cosas que creemos saber, en constante aprendizaje y confiando en la promesa del actuar individual del Espíritu Santo sobre nosotros; desechando a los que con apariencia de verdad quieren introducir falsas doctrinas que se oponen a la verdad, con intención de hacer caer en el error, y también corrigiendo lo que por ignorancia llegamos a aceptar como correcto; todo esto desde la humildad y el respeto, pero con un alto compromiso hacia las personas. Nuestra intención, por lo tanto, no es atacar a nadie, sino traer un poco de luz, luz que aun nosotros mismos necesitamos para depurar nuestras vidas.
Añadido a esto, también podemos decir que un groso error
para los que ven los errores y son de cierta mayor madurez — como bien comenta Pablo, Pedro o el mismo Leibniz—, sería el alejarse de la iglesia cuando
podemos encontrar fallos en las personas e incluso en las autoridades; nuestra
posición por amor a la verdad sería la de buscar maduramente las estrategias de
corregir, mejorar y decir lo que está mal, en un genuino interés por crecer y
con la disposición de afrontar los hechos desde la confianza en Dios y con una
actitud adecuada, dispuestos a ser guiados en lo que tenga que hacerse.
Por lo tanto, en esta serie de escritos el análisis y la reflexión girará alrededor de nuestra cristiandad desde el cristianismo, el cual consideramos
verdadero y que posee una coherencia lógica, empírica y trascendental, y ante la
cual estamos dispuestos a hacer también una defensa teológica, racional y científica.
En la siguiente entrada sobre este tema, explicaremos los términos relacionados con las falacias, los sofismas y los paralogismos para un mejor abordaje sobre las falsas doctrinas y enseñanzas.
Remarcamos nuevamente la importante diferencia entre cristianismo y cristiandad, y nuevamente mencionamos que los fallos de las personas cristianas en cuanto a su moralidad o en sus acciones no anulan en nada la veracidad y las enseñanzas doctrinales del cristianismo; sino que más bien afirman la necesidad de experimentar una transformación coherente ante la figura de Cristo, la necesidad de una búsqueda constante, crecimiento y perfeccionamiento ante la verdad (de forma personal y como un cuerpo), y sobre todo, la realidad de que internamente habrá muchos falsos maestros, muchas falsas doctrinas y muchos falsos profetas.
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