LA TEOLOGÍA
El término “Teología” en el sentido que hemos querido dar y compartir desde PíLógos pretende no ser peyorativo —porque sabemos que a muchos cristianos no les gusta del todo y rechazan la noción— ni sinónimo de erudición acerca de la totalidad de Dios —algo imposible y arrogante de ser sostenido—, sino que se refiere a ese conocimiento accesible que tiene el hombre en su capacidad epistémica acerca de Dios y aquello que se puede decir acerca de Él desde la mirada humana; en diversas esferas y niveles, con una mayor o menor profundidad de revelación. Este conocimiento se revela en cuanto a las relaciones entre Dios y la humanidad, la relación de Dios con su creación y con el mundo-universo-cosmos, su intervención directa o indirecta a través de causas, leyes y principios; y fundamentalmente en relación con la salvación y redención moral del hombre para participar de una vida eterna adquirida a partir de una gracia y un amor inmerecido.
También es importante decir que no pensamos en términos estrictos que el saber teológico sea un conocimiento que genera o crea el hombre en sí mismo; sino que más bien sucede como en la ciencia: se descubre una verdad a través de un proceso, es un conocimiento que surge de Dios y cuyo destinatario es el hombre, y que regresa a Dios desde la mirada humana; pero además ante el cual el hombre participa confluentemente de diversas maneras, y de esta forma puede llegar a ese conocimiento acerca de su creador.
ESFERAS Y NIVELES DE CONOCIMIENTO.
Como mencioné en el post anterior y siguiendo a varios pensadores de la historia humana para reforzar las nociones usadas: reconocemos que humanamente podemos conocer el ser de las cosas a través de sus operaciones, ya que, al poseer la facultad racional, se nos permite a partir de la experiencia fáctica pensar y comprender el funcionamiento y orden de la realidad en sus distintos niveles. En este sentido, cuando se habla acerca del conocimiento humano y de los niveles que este puede alcanzar sobre los fenómenos (se le dice "fenómeno" en sentido académico al conocimiento de las cosas desde la mirada humana), existen tres tipos de esferas de niveles de conocimiento y de apropiación de la realidad a los que podemos acceder:
- Conocimiento inmediato o sensorio-perceptivo: Es ese salir a la luz de las cosas tal cual son y que se nos presentan inmediatamente a la experiencia fáctica, se nos muestran directamente a nuestros sentidos y a nuestra capacidad perceptivo-racional. Este tipo de conocimiento “no se oculta” y nos permite estudiar la naturaleza a través de sus operaciones; podríamos llamarlo empírico-sensitivo y representa un gran cuerpo de conocimientos que tenemos acerca de nosotros mismos y de lo creado desde nuestra experiencia corporal. Este conocimiento se da cuando somos capaces de conocer formas, figuras, texturas, colores, olores, sonidos; ver rostros, sentir dolor y placer, ubicar el espacio, movernos en el espacio, calcular distancias, etc.
- Hermenéutica o conocimiento mediato: No todos los fenómenos o cosas se muestran tal cuál son de una forma inmediata, sino que requieren de un desocultamiento o un develar de su realidad a partir de una mediación, la cual parte de la actitud y capacidad reflexiva, analítica, investigadora y de interpretación que posee el sujeto en su facultad racional. Este tipo de conocimiento requiere un pensar, discernir y juzgar las cosas, — incluso requiere un pensar sobre lo pensado, lo que en las teorías actuales llega a llamarse “metacognición” —, y en este sentido requiere sacar a la luz lo que no se ve a simple vista, un descifrar el mensaje y lo enmascarado, conocer y aprender aquello que puede descubrirse; es un reconocer símbolos, representaciones, mensajes y significados. Para diferenciarlo de la siguiente esfera de conocimiento lo podríamos llamar una “revelación” con minúscula; en donde participa activamente la facultad racional humana. Este tipo de conocimiento se da por ejemplo cuando estudiamos o investigamos el mensaje de alguna epístola; interpretamos y desciframos un mensaje de verdad, o cuando deducimos o inferimos de uno o varios hechos de la naturaleza un principio o ley que rige la realidad, o cuando creamos hipótesis explicativas y buscamos formas de comprobar teorías, etc.
- El misterio o conocimiento de la realidad última: Es aquel nivel de realidad última al cuál el ser humano en condiciones normales de conocimiento no puede acceder, o aquello que le es oculto a su pura capacidad reflexiva y sensorial, y que por lo tanto ya no depende de su facultad de búsqueda y descubrimiento exclusivamente. Este tipo de conocimiento requiere de una intervención directa de Dios para ser revelado y conocido; y depende únicamente de la voluntad de Dios para ser mostrado. Podríamos llamarlo una “Revelación” con mayúscula; es un mensaje dado directamente por la Divinidad al ser humano. Este conocimiento se da por ejemplo cuando Dios le habla a los profetas y les revela el devenir, o cuando le da conocimiento a Pedro sobre algo de lo que sucedió en los 3 días de la muerte de nuestro Señor Jesús, o cuando se le aparece a Pablo en camino a Damasco, o lo lleva al tercer cielo, o la revelación de Juan para saber cómo será el final de los tiempos, etc., en nuestra vida personal es cuando directamente nos ha revelado algo que desconocíamos y que no hubiéramos podido inferir de ninguna otra forma, dándonos claridad y hablando a nuestra mente, e incluso a nuestros sentidos. Es interesante pensar además, que en una Revelación de este tipo, aunque no inferida por el hombre sino dada especialmente, al ser comunicada de Dios al hombre y del hombre a otro grupo de personas, el mensaje está de algún modo inserto también en las esferas de conocimiento sensorio-perceptivo y de hermenéutica al momento de recibirlo, ya que requiere ser visto, oído, palpado, comprendido, reflexionado, interpretado y discernido por aquellos sujetos que lo reciben en un proceso de dialogo; es decir que no queda ininteligible, sino que se vuelve inteligible y por tanto se ajusta al nivel de la facultad racional humana. Por eso el apóstol Juan puede decir: " a quien hemos visto y oído. Lo vimos con nuestros propios ojos y lo tocamos con nuestras propias manos. Él es la Palabra de vida. Él, quien es la vida misma, nos fue revelado..."
En este sentido podemos comprender que existen diferentes niveles y esferas de conocimiento humano, y que dentro de todos estos niveles hay una cierta revelación y conocimiento acerca de las verdades de Dios y en las cuales el hombre participa en mayor o menor medida, —porque al final toda verdad le pertenece y fue creada por Dios mismo—, y de ahí podemos conocer sus facultades, sus características, su voluntad, su poder, su gracia, etc., esto nos puede llevar a una menor o a una mayor profundidad en esa revelación; desde un conocer lo más básico y material de su creación; un estudiar, descifrar y descubrir tras una busqueda la profundidad de su mensaje; hasta un llegar a vivir una revelación especial y personal dada directamente por él.
VERDAD Y REALIDAD
No esta de más recordar que el término “Verdad” (Aletheia,
Veritas), implica adecuar mi conocimiento y pensamiento con la realidad de las
cosas en los diferentes niveles y esferas del conocimiento; en un sentido de
adecuación de lo inmediatamente percibido, de lo mediatamente desocultado o descifrado
y de lo místicamente revelado.
Está claro, por otro lado, que esto no quiere decir que
pongamos en un mismo nivel de importancia cada uno de estos conocimientos, o que se niegue incluso una cierta independencia de cada esfera; estamos conscientes que la fe y el reconocimiento de Cristo como nuestro salvador, es la
fe que salva y otorga la vida eterna, y es el conocimiento más importante sobre
otros que podamos poseer, y aunque no comprenda la mecánica cuántica sé que
este conocimiento no determinará lo esencial de mi salvación. Simplemente creo
que podemos comprender que toda la verdad debe ser congruente con la realidad,
y que esta a su vez depende de un sabio creador.
Conocer la realidad y la verdad nos lleva a conocer un poco
más acerca de Dios, para crecer en su conocimiento —cuestión a la que somos llamados constantemente en la biblia—.
¿FILOSOFÍA O TEOLOGÍA?
Por otro lado, es en virtud de estos niveles de conocimiento
y de acceso a ellos, que existen algunos debates sobre cómo se le debería
llamar a este tipo de conocimientos que tenemos acerca de Dios: si se
desarrolla deductivamente o inductivamente, si es a priori o a posteriori, si proviene como revelación directa de Dios en
donde el hombre no participa en esa construcción, o si surge de la actividad
reflexiva e investigadora del hombre a través del desarrollo de inferencias y
silogismos que se realizan sobre las cosas para llegar a una conclusión.
Algunos han dicho que si partimos de la reflexión que hace
el hombre sobre las cosas para después llegar al conocimiento de Dios, a esto se le debería
llamar filosofía; porque se parte de la mente del hombre y desde su reflexión
para llegar a una conclusión, por eso mismo a este conocimiento se le llega a tomar en cuenta como una rama que se estudia
en la filosofía, en las llamadas “filosofía natural y/o teología natural”, y que
son las preguntas acerca de la existencia de Dios y su naturaleza a partir de las reflexiones que hace el
hombre para llegar a una “demostración” racional de su existencia o sus características, sin que sean
argumentos que presupongan su existencia o partan de un principio de la fe, es
decir, que se llega a la inferencia de su existencia, en lugar de partir de
ella.
Por otro lado se nos dice que si ese conocimiento parte de
principios ya dados por revelación, fe y la existencia de Dios, a este
conocimiento se le debería llamar teología, es decir, la reflexión y
conocimiento que parten de la fe en la existencia de Dios, y en su palabra; por
ejemplo en la lectura de la biblia que hace un creyente, donde se cree que Dios
existe y que se está haciendo la lectura de un texto que se asume como inspirado
por Él mismo, en la cual el hombre debe de pensar sobre conclusiones y
principios de fe ya establecidos como verdad, y de los cuales aprende y adquiere un mayor conocimiento sobre su doctrina.
Personalmente no nos preocupa la parte nominal o las
categorías lingüísticas que podamos adoptar en cuánto a cómo llamamos a este
tipo de conocimientos (sé que a gran parte de mis hermanos creyentes tampoco
les gusta la palabra filosofía por la connotación atea que erróneamente se le
ha venido dando, o tal vez no estén convencidos de la noción teología); pero nos parece que en su conjunto y pensando en este modelo de conocimiento; sea tanto por revelación y/o por reflexión
racional, así como por diversos medios, Dios no se reduce a una sola forma de
darse a conocer al hombre y de permitirle abrazar muchas de sus verdades —sobre todo y como decimos
siempre, si hay una búsqueda sincera y compromiso con la verdad—, y si pensamos en términos más
estrictos, la capacidad de pensar deductivamente o inductivamente sobre las
cosas hechas, es también algo creado y dado por Dios, por lo que de algún modo,
todo surge desde su voluntad primera y como causa eficiente.
Creemos en este sentido, como se dijo, en un modelo de compatibilidad
y de interdependencia donde toda verdad está en relación con Dios y surge de Él
—y de hecho como lo llegamos a hablar en
el episodio de teología natural y en los dedicados a la veracidad e inspiración
de la biblia, existe una confluencia de participación en la construcción de ese
conocimiento, y desde la cual pueden darse distintos métodos—: en el conocimiento en ocasiones
vamos de principios generales hacia el conocimiento de hechos particulares, y
en otras ocasiones son los hechos particulares los que nos llevan conocer
principios generales. Sea a priori o a posteriori, desde lo intelectual,
lo empírico, lo emotivo y lo espiritual; sea abriendo la puerta o alzando la
mirada y escuchando su palabra, sea por “casualidad” o viviendo experiencias de
sufrimiento y gozo, sea buscando con diligencia en el estudio o dudando y
cuestionando sobre ciertos tópicos, sea abriendo el corazón y humillándose ante
su condición o asombrándose de lo creado, etc., se llega a conocer a Dios.
Lo otro que no deja de ser interesante y que quiero mencionar como último punto, es que en la misma biblia—como hemos dicho también en varios episodios— se plantean todos estos tipos de conocimientos y situaciones, en donde el hombre llega a conocer a Dios desde diversas vías; esto mismo ha sido lo que algunos estudiosos han identificado como los tipos de lógos o palabras de Dios dados para conocerle, y que creo fácilmente podrían relacionarse a lo que se ha venido exponiendo en este escrito:
- La palabra creada: conocimiento de Dios a partir de las cosas hechas, materiales e inmateriales
- La palabra escrita e inspirada: conocimiento de Dios a partir del estudio y comprensión del contenido de verdad inspirado y comunicado a los hombres regularmente de forma escrita, principalmente en lo que ahora conocemos como la biblia.
- La palabra humanada: conocimiento de Dios a partir de la obra práctica y personal de nuestro Señor Jesús y el Espíritu Santo en nuestra vida; como aceptación de su gracia, encuentro personal y transformación, vivencias, experiencias y testimonios de verdad.
Podemos comprender entonces que desde la reflexión e inferencia de lo creado: como cuando el apóstol Pablo plantea en la epístola
de los romanos sobre el conocer el infinito poder de Dios y su deidad hecho claramente
visibles a partir de todas las cosas creadas, o sobre como la ley
moral establecida en nuestros corazones por Dios nos puede llevar a una
deducción sobre la objetividad moral y la existencia del bien y del mal , o
cuando se habla sobre el testimonio que da Dios de sí en otros lugares y
culturas al dar la lluvia y las condiciones naturales, o redirigiendo la
reflexión de los poetas griegos hacia la verdad al hablar sobre el linaje humano
que proviene de Dios. Este tipo de revelación general o de teología natural nos
muestra que sin que se reconozca la
“palabra escrita” o los principios generales a priori, y aunque no sean ya conocidos de
antemano, se puede llegar a ellos; pero también se nos llama a escudriñar y
discernir sobre lo inspirado y ya dicho por Dios como principios a través de
sus siervos, profetas y apóstoles; y sobre todo, se nos muestra como es necesario llegar a
conocer a Dios desde la experiencia fáctica y personal, la experiencia de gracia, amor y salvación, el testimonio personal
de una vida de gozo, prueba,
sufrimiento, paciencia, milagros, respuestas, etc., donde Dios se nos muestra personalmente.
Todo esto nos permitirá ir avanzando en la
plenitud y perfeccionamiento del conocimiento Divino.
Les dejamos los vínculos a las entradas anteriores relacionadas a este tema:
Hacia una teoría del conocimiento de Dios o una epistemología teológica. Parte 1
Hacia una teoría del conocimiento de Dios o una epistemología teológica. Parte 2
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