Existe una importante distinción que deberíamos hacer y
reconocer en el tema que refiere a la ciencia y su relación con la fe y el
teísmo-ateísmo.
Cientificismo y ciencia son dos cosas totalmente distintas, y muchas veces se les confunde en el discurso y debate entre la ciencia y la fe, incluso entre los creyentes. El cientificismo es una postura filosófica que
sostiene que sólo es verdad aquello que es comprobado y descubierto por la
ciencia y que el único medio para explicar la realidad proviene de la
ciencia.
Como nos explica Enric F. Gel de “adictos a la filosofía”
este postulado implica por si mismo una contradicción, ya que es de hecho imposible
comprobar que dicha declaración sea una verdad científica bajo la autoridad de
la ciencia misma:
La primera frase de esta objeción: la ciencia es la única fuente de conocimiento verdadero es sencillamente una premisa filosófica naturalista que sólo puede aceptarse por fe, y no es de ninguna manera una conclusión científica verificable, la ciencia no puede comprobar o no si ella es la única fuente del conocimiento verdadero.
Estamos ante una especie de paradoja porque no está
comprobado a través del método científico —considerado
por el creyente del cientificismo como el único método con autoridad para
comprobar la verdad— que sólo sea verdadero
aquello que comprueba la ciencia, y por lo tanto que nuestra única fuente de
verdad sea la ciencia.
Frank Turek lo sintetiza así de forma dialógica:
Afirmación: —La
verdad sólo proviene de la ciencia—
Cuestionamiento: — ¿Es
esa una verdad que proviene de la ciencia?
—
Por lo tanto, podríamos decir que hay verdades que provienen
de otras fuentes además de las científicas, y con mediación de otros métodos e
instrumentos de conocimiento.
Por otro lado, sería bastante adecuado entonces comenzar a desapegarnos de la connotación de “ciencia” que proviene sólo del discurso ateísta y cientificista, ya que cuando se dice “la ciencia” desde ese sentido pareciese que se está hablando de una entidad con vida propia que arroja verdades que están en contradicción con la perspectiva teísta, como un enemigo de la fe, y que además irónicamente desde su propia fe piensa que irá en un futuro resolviendo todos los misterios de la vida y el universo.
Como bien han dicho ya algunos autores como Miklos Lukacs, el problema del cientificismo además de su obvia contradicción filosófica es que tiene las características propias de una creencia religiosa en su connotación negativa: creencia totalitaria, mordaz, y una fe ciega en su supuesta capacidad para encontrar todas las respuestas, como única con autoridad para hablar sobre la verdad, intolerante ante otras visiones, reduccionista y negacionista.
Sobre el reduccionismo implicado algún filosofo lo decía así: “Si yo tengo un detector de metales que me sirve para descubrir en la realidad metales, y luego sostengo que en la realidad sólo existen metales porque es lo único que descubre mi detector ” estoy cometiendo un error garrafal de reduccionismo, y este es según John Lennox el grave error del positivismo cientificista. La ciencia es un método específico y un proceso que descubre cosas que están dentro de su limite de posibilidad, el simple hecho de que no “descubra” verdades correspondientes a otra índole, no implica que esas verdades no existan, sino que el método es insuficiente para descubrir eso. Reducir la realidad a algo así es totalmente absurdo.
La ciencia como tal
La ciencia debe ser entendida como un método humano y una forma de conocimiento e interpretación de la realidad; realidad que posee ciertas características, mecanismos y principios, algunos de los cuales pueden ser inteligibles para el entendimiento humano a través de un método de conocimiento. Añadido a esto, sería importantísimo comprender que el conocimiento científico tiene sus propios límites y en cuyo proceso existe un horizonte de posibilidad que no puede ser rebasado, y que si llega a serlo, entonces dejaría de ser ciencia para darle paso a la filosofía, a la metafísica o a la teología. Esto no significa que la ciencia no pueda ir desarrollando y descubriendo nuevas cosas que hagan más amplio y profundo su contenido, sino que el método está reducido a descubrir aquello que entra dentro de su orden de posibilidad. Podemos tener un detector de metales e ir acumulando información sobre una cantidad nueva, diversa o más profunda sobre los metales, pero no iremos más allá de estas cosas específicas en su propio contexto, no descubriremos plantas o animales con este método.
Esto quiere decir que podemos comprender la ciencia como una forma objetiva de ver una parte de la realidad y que va específicamente sobre las leyes naturales y los mecanismos causales; pero que además está construida e interpretada por el sujeto humano y por lo tanto tiene también un trasfondo subjetivo.
Por otro lado, es cierto que desde la ciencia se pueden inferir o pensar en posturas filosóficas, pero que en sentido estricto ya dejan de ser áreas de conocimiento propio de la ciencia pura o descubrimientos científicos como tal, y que en conjunto con otros elementos como la razón y la lógica abren otras dimensiones de conocimiento sobre la realidad y la verdad.
Además no deberíamos tampoco confundir entre lo que es una hipótesis científica, la cual podría ser comprobada por el método científico más adelante y que se encuentra dentro del rango de posibilidades de descubrimientos científicos, con hipótesis o teoría filosófica, cuya demostración se encontraría siempre fuera del método de la ciencia.
Ya un Edmund Husserl llegó a decir: “No existe una ciencia
positiva del fundamento”, comprendiendo justamente que la ciencia no tiene a su
disposición la capacidad de descubrir verdades de índole filosófico, metafísico
y teológico. El bien y el mal, la justicia, el amor, la voluntad, la
conciencia, etc. son verdades que están más allá del mero ámbito científico, y pretender
decir que no “existen” por no estar insertas en el método científico, es una falacia tremenda.
Por lo tanto, debemos entender la ciencia como “neutra” o
“agnóstica”, en el sentido de que carece del conocimiento de estos temas que están
fuera de su rango. Lo mismo pasa con Dios; la ciencia y su método científico no
pueden demostrar la existencia de Dios, pero tampoco prueban su inexistencia, y
hacer una construcción lógica que diga: No está demostrado que exista y por lo
tanto no existe, o al revés, no está demostrado que no exista y por lo tanto sí
existe, es cometer dos errores graves: “falacia ad ignorantiam” y no comprender que este conocimiento excede los límites de la ciencia.
Nuestro problema entonces como teístas no debería estar con la ciencia, —situación que desafortunadamente es así con muchos creyentes—, la cual simplemente demuestra leyes y causas naturales que tienen un cierto grado de objetividad, y sería importante recordar aquí además que la ciencia nunca ha sido infalible y que es en su falseación que logra avanzar; es decir que históricamente la ciencia se ha equivocado y va encontrado nuevas explicaciones y paradigmas más adecuados para sostener sus explicaciones. Nuestro problema y disensión es entonces con las posturas filosóficas que llegan a darse a partir de una interpretación sobre aquello que la ciencia descubre; postulados que a nombre de la ciencia y abanderados como los únicos que la tienen de su lado, se llegan a autoproclamar como los poseedores de la verdad.
¿Qué se puede hacer entonces con los conocimientos científicos en cuestión de nuestras posturas teológicas y filosóficas?
Además de todos los beneficios innegables que implica el
conocimiento científico para la humanidad en su contexto, en el tema de nuestras creencias simplemente tenemos que entender que dichos hallazgos nos podrían llevar a
asumir ciertos postulados, razonamientos y creencias que no necesariamente van implícitos con el descubrimiento. Algunos de estos
postulados llegan a ser más erróneos que otros, y al final lo que tendríamos que hacer con nuestra cosmovisión como sostendría William Lane Craig es tratar de llevarla al mayor nivel de congruencia y coherencia lógico-empírica, para ir formando un caso acumulativo de evidencias y razones que nos hagan crecer sobre nuestro conocimiento de la verdad.
Aunque no es el tema de este escrito el poder revisar las posturas que
existen a partir de los descubrimientos científicos, baste decir que lo
importante de entender en esto es que la ciencia por sí misma no implica una
creencia, como lo es el ateísmo por ejemplo, sino que más bien puede ser fuente de diversas inferencias y
deducciones, y que en conjunto con otras variables y experiencias personales nos
llevará a sostener ciertas posturas teológicas y filosóficas. Estos postulados propiamente dicho ya no
son “ciencia” sino creencias, y por lo tanto aquellos que dicen que su ateísmo o
cientificismo es resultado directo de los descubrimientos científicos en realidad no
están construyendo su creencia a partir de los hallazgos científicos puros o
como verdad que nos arroja la ciencia de primera mano, sino a partir de sus
interpretaciones sobre esos hallazgos, lo cual es significativamente muy
distinto, y que pueden verse influido por nuestra cautividad hermenéutica, nuestros prejuicios y nuestros sesgos.
En el caso del teísmo podríamos afirmar lo mismo, nuestra creencia también puede estar apoyada en la ciencia, en el sentido de que hay ciertos hallazgos científicos y empíricos desde los que podemos inferir a posteriori nuestra creencia sobre la existencia de Dios. Fe no ciega, sino razonada a partir de la evidencia. Esto lo podemos afirmar porque a lo largo de la historia encontramos a muchos pensadores y científicos que ante los descubrimientos científicos y empíricos han inferido la existencia de Dios, y dicho sea de paso científicos de muy alta talla y nivel, los cuales han razonado ante la evidencia en favor del teísmo.
El orden y ajuste fino del universo, la lógica y lenguaje
matemático de las leyes físicas y naturales, la información y el lenguaje del
ADN, la relación entre conciencia-mundo y mente-mundo, nos llevan a argumentos
como los cosmológicos, los del diseño inteligente, el argumento moral, el
argumento ontológico, el argumento de la conciencia y la información, etc,
inferencias teístas a partir de los hallazgos de la realidad y la ciencia.
Estos argumentos son también bíblicos y lo encontramos dichos por el apóstol Pablo o el rey David.
Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. (Rom 1:20)
Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. (Sal 19:1)
¿Son entonces ciencia y fe antagónicas o excluyentes? Sin
duda no, más bien que cada una tiene su propia área y horizonte de conocimiento
de la realidad, los cuales se pueden vincular cuando sus conocimientos se
informan mutuamente y van desarrollando un panorama más amplio y una postura
filosófica de creencia, y por eso mismo podemos decir que hay posturas desde
las cuáles de la ciencia se infiere el teísmo, y también, aunque no guste a muchos, en el ateísmo se infiere por creencia y no por demostración científica la no existencia de Dios.
¿Se puede comprobar que la inferencia teísta es cierta?
Evidentemente un creyente ha basado su fe en la confianza que le ha dado el conocimiento y experiencia personal que ha adquirido de Dios, más que en las inferencias lógicas y filosóficas sobre los datos empíricos, sin embargo, recordemos que para que Dios pueda revelarse de forma especial y particular es necesario primeramente creer que hay un Dios, y una forma de creer que hay un Dios desde una revelación general es a partir de la inferencia que se nos da desde su creación. Un ejemplo son los testimonios del científico Rob Collins o el filosofo Edward Feser, que pasaron de posturas ateas a teístas por sus inferencias lógicas que desarrollaron desde la ciencia y la filosofía, caminos o primeros pasos que los llevaron a creer que hay un Dios, para luego encontrarse personalmente con Él y conocerle de forma más profunda.
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Heb 11:6)
En este sentido hay que decir que la fe tiene en este proceso dos connotaciones. La fe como creencia y la fe como confianza. Primeramente creemos que hay un Dios a partir de la evidencia, y después tenemos un encuentro personal con Él al buscarlo, lo cual nos lleva a recibir el galardón de conocerle y confiar cada vez más en Él. No postulamos que este sea el único proceso de revelación, pero ha sido una forma común que a lo largo de la historia hemos visto, escuchado, leído e incluso vivido.
Finalmente quisiera resaltar y regresar al primer punto del texto; hay una diferencia enorme entre la ciencia y la postura teológica-filosófica que tomamos a partir del conocimiento que nos da la ciencia. El teísmo es también es una posibilidad de inferencia a partir del conocimiento científico, grandes pensadores lo han hecho y lo han vivido. No necesitamos ser científicos, pero que no vengan a decirnos que la ciencia no puede estar de nuestro lado.
La ciencia pura y directa al final es neutra, agnóstica, tiene sus limites de conocimiento y sus posibilidades, y nadie puede afirmar que su creencia este sostenida directamente y únicamente por la ciencia, sino que a partir de sus hallazgos podemos tomar una postura, creer o no creer.
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