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¿Es posible llegar desde la razón natural a Dios?
Una vez que hemos formulado lo
anterior, habría que preguntarse si existe la posibilidad de que al hacer uso
de ese instrumental racional que el hombre recibe de Dios, podría de forma
“natural” a partir de la disposición filosófica (Filosofía) alcanzar a
vislumbrar como parte de sus respuestas filosóficas (filosofía) la existencia
de Dios;
¿Es realmente “natural” la razón
natural?, Si sostenemos lo dicho en párrafos anteriores, la capacidad filosófica
es un efecto en sí mismo de la creación divina, y al decir natural, la mayoría
de los pensadores no se refiere en sí al acto de creación, ni a la causa
eficiente, sino al funcionamiento específico de esa capacidad que está más bien
subordinada por la voluntad humana. Al
reconocer que el uso racional natural depende de la voluntad y dirección
humana, y que de hecho puede llegar a negar a su creador, entenderemos la razón
natural como esa capacidad de razonar en la que no hay una intervención
“directa” de la divinidad sino sólo como su creadora, y que permite que esta
razón se dirija hacia donde quiera hacerlo, para que a partir de su propia
experiencia vaya realizando sus propias conjeturas.
La idea
desde la “razón natural” entonces se refiere a las respuestas mismas que da
el hombre a si mismo sobre las cuestiones filosóficas, y que dependen en
mayor medida del edificio lógico que la mente humana ha conformado, que es lo
que propiamente hemos llamado filosofía (con minúscula) al inicio de este texto
y que dijimos sería un hilo conductor.
¿Es en realidad esto completamente así?, diremos que sí con muchas reservas, ya que no creemos en su totalidad que Dios no llegue a intervenir en la razón humana, ya que Dios tiene la prerrogativa de actuar en menor o mayor medida aún en la misma mente humana, de forma que puede orientar tanto en creyentes como en incrédulos ciertos pensamientos y acciones, sin que esto implique “obligar” o quitar la libertad, mucho menos un determinismo fatalista, sino como “ayuda” o “tendencia” que va de acuerdo con la disposición humana que decide atender el testimonio “natural” que hay sobre Dios y la eternidad puesta en nuestro corazón (para este tema tendríamos que debatir el nada sencillo tema de la libertad humana, la omnisciencia y la soberanía divina), y de hecho creemos más bien que siempre hay una especie de “comunicación interna” en donde si el hombre va orientando correctamente sus preguntas, encontrará ciertas respuestas dada su honestidad intelectual, espiritual, moral y su amor a la verdad. Esta investigación de la razón humana sobre aquellas cosas referidas a Dios le permite instruirse para colocarse en un estado de apertura ante la recepción del evangelio, una disposición humana que los creyentes antiguos llamaban “preámbulos de la fe”, una preparación que te autoriza a creer, y que puede darse mediante la disciplina filosófica y con ayuda del testimonio que el Espíritu Santo da de sí mismo al intelecto humano. Mientras que, por otro lado, si se decide no reconocer racionalmente a Dios a pesar de la evidencia, entonces se es entregado a las consecuencias de estos “necios razonamientos”, donde es endurecido el corazón. Esto podría ser dificil de entender y es imposible de determinar de forma general, y se da por el puro testimonio interno, la experiencia personal, y la voluntad de Dios; sin embargo queremos dejar claro que no creemos que el hombre haga un tránsito completamente sólo por el mundo del pensamiento, sino que puede ir hallando verdades que se corresponden con ese testimonio o indicios que de algún modo deja Dios como huellas en el camino, y por eso no hay excusa, porque la evidencia puede ir dando ciertos destellos de verdad a la razón, razón que puede dejarse convencer por dicho testimonio. Si Dios es entonces un ente verdadero y es creador del mundo, puede estudiarse también según la razón y las verdades propias y únicas de la naturaleza creada. En otro escrito, hablamos justamente de como este proceso se ha dado en términos empíricos como la experiencia de fe de muchos hermanos, que a partir de la evidencia en áreas como la ciencia o la filosofía han arribado a la creencia en Dios, y al ver que la posibilidad de su existencia no es una mera ficción sino una opción bastante razonable, están dispuestos a escuchar, y han así recibido el evangelio revelado, que ha elevado sus razonamientos y ha resuelto sus preguntas filosóficas.
Por lo tanto, no deberíamos dejar de pensar que, si bien las respuestas alcanzadas por la mera razón puedan ser incompletas, si estas están adheridas a la realidad, y si Dios es el creador de toda la realidad, entonces necesariamente deben guardar relación con las verdades teológicas. La doctrina revelada puede ser no penetrable completamente por la razón, sin embargo, tiene la intencionalidad de ser aprehendida por el hombre y por tanto ser un vínculo importante. La naturaleza es creada por Dios y el hombre puede conocer esa naturaleza, la cual informa y revela de forma general a modo de enlace las características de lo divino. De hecho, si lo pensamos con mayor amplitud, la revelación o conocimiento teológico al final se fundamenta en el hecho histórico del verbo encarnado, de Dios anonadado y hecho carne para salvación de los hombres, en cuya imagen se hace visible lo invisible de Dios; es decir que Cristo se vuelve el vínculo perfecto al hacerse parte de la realidad humana-natural, y es el camino que da a conocer la experiencia divina al hombre y del que se desprende la promesa de alcanzar en la bienaventuranza final un estado de plenitud eterna, de conocimiento total y de gozo infinito en el amor y gracia de Dios.
¿Rechazar la Filosofía o algunas filosofías?
Si hemos atendido a lo escrito
con anterioridad y concordamos con las nociones y conceptos dados, podemos
reconocer que existe una diferencia abismal entre la Filosofía y las filosofías
(ahora en plural), ya que en la filosofía humana puede haber mucho de filosofía
verdadera, fruto de la observación y el razonamiento de la realidad como mencionamos,
es decir que hay una especie de “acierto” y grado de verdad ante las preguntas de
la Filosofía; pero también por el contrario, pueden hallarse tremendos errores
garrafales y alejados totalmente de la verdad; sin embargo la Filosofía en sí
es altamente deseable y puede llevarnos a reconocer el testimonio natural de la
verdad, pero, ¿es suficiente esta respuesta dada desde la razón natural?,
¿sirve de algo saber pensar o preguntar?
Surge entonces otra de las
cuestiones esenciales y más debatidas en este tema, y por las que muchos
creyentes deciden de todos modos apartarse de la Filosofía. El apóstol Pablo escribió
que la palabra revelada e inspirada con la que él había dado su mensaje no había
sido a causa del razonamiento y la sabiduría humana, sino dada por la sabiduría
divina, y pareciese haber entonces una especie de rechazo a los razonamientos “meramente
humanos”, a pesar de que, como bien sabemos, Pablo era un hombre muy instruido
que se valió en muchas ocasiones de ese conocimiento humano para entregar sus
mensajes sobre el evangelio: ¿Para qué necesito la Filosofía, si ya tengo una
respuesta a las preguntas filosóficas en la palabra revelada?
Por otro lado en la epístola a
los romanos pareciese congratularse nuevamente con la razón natural al decir
que si bien hubo personas a las que no llegó directamente el evangelio revelado,
pudieron a partir de lo creado haber inferido racionalmente como cosas
claramente visibles la deidad y eterno poder de Dios, y reconocer a partir de esta
inferencia una primera causa y mente suprema, agregando también más adelante
que hay en los corazones humanos una ley moral escrita que nos hace saber
ciertos rudimentos sobre lo que es bueno y malo, dando también esto un
testimonio natural sobre Dios que no requiere de sus estatutos morales
revelados. Además, en sus escritos y en los de los demás apóstoles encontramos
un llamado casi constante a realizar “un culto racional” y un ejercicio de
discernimiento o juicio lógico sobre la palabra revelada.
Ante esto habría que analizar con
calma y preguntarse: ¿Qué es lo que se está aceptando y rechazando de la mera
razón natural y la filosofía?, ¿hay una confluencia entre la sabiduría divina y
la sabiduría humana al estudiar la palabra escrita y el mundo natural?
EL contacto filosofía-teología
Creemos ahora que la clave para
comprender esto es irnos a la distinción que hay entre filosofía y teología.
Unos párrafos antes mencionamos que era importante recordar un punto clave al
hablar sobre las respuestas filosóficas, y básicamente era que son respuestas
dadas por el mismo ser humano ante sus cuestionamientos de forma “natural”, a
partir de sus medios y hallazgos. Por otro lado, en otros escritos hemos
definido el término teología como la “palabra de Dios” y más precisamente como
el estudio de la palabra de Dios, que debe entenderse en un primer momento
como palabra no dada por el hombre, sino
revelada por Dios; es decir que las respuestas a las preguntas filosóficas
esenciales no se quedan reducidas a la mera investigación de la razón humana,
sino que más bien si se nos permite, son respuestas que Dios da a las
preguntas humanas, inspiradas a través de la confluencia con el conocimiento humano,
para además ser entendidas, razonadas y vividas por el hombre. (Ojo ahora con esta segunda aseveración, y
segundo hilo conductor).
Una gran parte de la respuesta
que damos aquí depende de lo que hemos dicho más arriba sobre el tránsito que
hace el pensamiento y la vida humana ayudada por Dios, en lo cual se comprende
que no se esta proponiendo una anulación del juicio cognitivo o un desechar
todo el bagaje racional y conocimiento humano que se ha adquirido, sino más
bien que estos son ampliados por Dios mismo, y orientados hacia las respuestas
correctas. De hecho, hemos comentado en algunos episodios del podcast que la biblia
contiene mucho de la personalidad y conocimiento que poseían sus propios
escritores, sin que esto implique que no sean escritos inspirados, sino que van
en confluencia con la sabiduría divina, y que, además, dicho sea de paso, “la
palabra de Dios” no se queda reducida a la pura palabra escrita que llamamos
biblia, el Lógos tiene una implicación mucho más amplia, y sigue trabajando con
mucha “vida” en la razón humana y la cultura actual.
Por lo tanto, cuando se habla de Dios en filosofía, se pretende hacerlo bajo la evidencia y método de la razón natural, mientras que en el estudio teológico se pretende entender y razonar sobre conclusiones reveladas. Esta revelación especial es considerada como inalcanzable por la mera razón humana y se ubica en un horizonte más alto, son misterios que requieren ser provistos por Dios en un “abrir el entendimiento y los ojos humanos”, aunque no por esto ilógicos o irracionales (Nuevamente atención a esto, porque no estamos diciendo que la revelación sea contraria a la razón, sino que la revelación rebasa a la razón y la erige al conocimiento de cosas que por sí misma no podría alcanzar, y luego además le ayuda a razonar sobre el contenido dado). ¿Es esto de algún modo contradictorio?, en ninguna manera, ya que más que visualizar un conflicto, podemos ver un estado de complementariedad, en donde las preguntas filosóficas tienen dos niveles de respuesta; las respuestas dadas por la mera razón natural, que pueden atender al testimonio natural y alcanzar una luz de verdad, y en esa disposición aceptar la existencia general de Dios, el cual luego, dirige e instruye esa razón para guiarla hacia una respuesta más completa que Él mismo revela. Aunque los razonamientos sobre la revelación partan de una creencia a priori, esta creencia puede haber nacido de la inferencia de la razón natural, y además no existe ningún razonamiento humano que propiamente este desvinculado de un sistema de creencias.
Por otro lado, a este proceso de razonar
sobre lo revelado se le ha llamado por algunos eruditos teología filosófica o
filosofía cristiana. A partir de esto surgen también algunos problemas, que a
nuestro entender pueden ser irrelevantes y sólo lingüísticos en el sentido del
significante y no del significado: ¿hay una filosofía cristiana propiamente
hablando? ¿las respuestas filosóficas reveladas son filosofía?, muchos han
comentado que si las respuestas vienen inspiradas por parte de Dios, entonces
no es filosofía porque no son respuestas propiamente humanas; para otros son
filosofía verdadera porque dan respuesta a las cuestiones humanas, se dan desde
el conocimiento humano que poseían por ejemplo los apóstoles y siervos, y
además se dan al nivel de la comprensión racional del hombre, y por tanto
pueden pensarse y analizarse.
En realidad, no nos importa la
parte nominal en este punto, mientras se entienda la idea de que, es una razón
ministerial a lo que nos referimos, que está al servicio de la palabra, y que
por tanto esto no implica una anulación del ejercicio de la lógica humana, sino
un verdadero culto racional y un crecimiento en el conocimiento desde el
mandato de amar a Dios con toda la mente.
Como bien nos explicaba en algún
episodio del podcast nuestro amigo y pastor Jörle Robles, las respuestas que la
cosmovisión cristiana brinda básicamente se centran en los cuatro problemas
esenciales que plantea la Filosofía, y versan sobre el origen y constitución
del ser del hombre, del mundo y de Dios; es decir que se dan respuestas
cosmológicas (sobre el origen), gnoseológicas (sobre la imagen y semejanza del
hombre y sobre el conocimiento), axiológicas (sobre la verdad, la realidad y el
valor objetivo) y deontológicas (propósito de la vida y moralidad).
Regresando entonces al tema de lo
que quiso expresar el apóstol Pablo en sus epístolas en relación con la
filosofía, lo que habría que plantearse en primer lugar es que estos pasajes no
están planteando que debemos colocarnos en una situación de suprimir el juicio
cognitivo, ni tampoco de desechar los conocimientos adquiridos previamente por
la razón natural, tampoco son una condenación a la Filosofía; más bien lo que
se propone es que el mensaje que se está entregando y que corresponde con “la
Respuesta” a las preguntas filosóficas, no ha surgido por la mera razón humana,
sino inspirada por la sabiduría de Dios, y por esta razón implica un sello de
alta fiabilidad y verdad irreprochables, donde además se añade que ante estas
deberíamos realizar un ejercicio de análisis. Por otro lado, para aquellos que
no tienen la revelación especial, se podría considerar que a partir de sus
propios razonamientos pudieran tener una imagen general, si bien oscura y
limitada, de lo que Dios implica y manifiesta en su creación.
Sería interesante subrayar que en
estos tiempos el cristianismo, estuvo en constante lucha y competencia con
algunas filosofías como el gnosticismo, el epicureísmo, el estoicismo, etc.,
muchas de ellas heréticas, ante las cuales el argumento más poderoso era
justamente que no se estaban dando respuestas por el mero y único razonamiento
humano, sino por medio de Dios que es el autor de toda la realidad y quien
tiene absoluto conocimiento de la verdad, siendo que Él mismo es esa verdad, y
de quien sin duda provienen entonces la respuestas más confiables. Ir en contra
de esto sería “irracional” o una “falsa y arrogante sabiduría”, y no una
“verdadera filosofía”.
El lector que ha llegado hasta
este punto y que ha ido acompañando la lectura con sus razonamientos podrá
entender que las respuestas a las preguntas filosóficas dadas exclusivamente
por la mente humana seguramente tendrán fallas, y no siempre acertarán con la
respuesta correcta, sin embargo, eso no necesariamente implica que serán del
todo incorrectas o que no existan verdades que puedan rescatarse o se acerquen
de forma general a la verdad de manera difusa; pero con atisbos importantes de
conocimiento verdadero.
Lo que condena entonces el
apóstol Pablo es la filosofía (con minúscula), y de hecho más bien lo que
condena son algunas filosofías muy particulares que se separan de los puntos
esenciales de la verdad revelada, es decir de aquellas respuestas humanas
que niegan la existencia de Dios o que pretenden introducir doctrinas heréticas
a la verdad fundamental. La doctrina
cristiana como dijimos estuvo en constante pugna con otras cosmovisiones y
escuelas filosóficas, y aún dentro de los grupos cristianos se comenzaron a
aceptar ciertas “corrientes” heréticas, helenizantes y judaizantes que
tergiversaban el mensaje nuclear y fundamental del cristianismo. Lo que
Pablo hace, sin duda es rechazar la “filosofía” o ideas humanas que van en
contra del reconocimiento de la existencia de Dios, pero también aquellas que
manchan o contaminan el mensaje esencial y verdadero de la palabra revelada. Lo
que el buscaba asegurar, es que el mensaje que contiene las respuestas
fundamentales y sobre todo el misterio del mensaje de salvación de la obra y
vida de Jesucristo se mantuviera sin mácula alguna, y cuya base de seguridad o
certeza es que era un mensaje que provenía no de hombre alguno, los cuales
tienen limitaciones racionales, sino de Dios mismo. Por otro lado, sin embargo, vemos al mismo
Pablo dando este mensaje usando su bagaje instrumental expresivo cultural,
rescatando verdades de algunas fuentes filosóficas, y ocupándolas para
encaminarlas hacia la verdad, “haciéndose judío entre los judíos, y griego
entre los griegos”, es decir aprovechando los conocimientos culturales y
racionales de aquellos a quienes iba dirigido el mensaje para su comprensión, y
por tanto requiriendo de un ejercicio racional y lógico muy determinante.
Conceptos como el lógos (la palabra, el verbo, la razón, la lógica) el archen
(principio), la aletehia (verdad), el bien, la belleza, la justicia, el intelecto,
etc., eran comúnmente usados por los filósofos griegos antes de ser usados por
los apóstoles, Pablo usó instrumental lingüistico cultural griego, uso y
resemantizó conceptos de la academia griega y de la filosofía estoica,
incorporo la tradición filosófica producto de la naturaleza humana y su
capacidad de razonamiento, y guiado por el Espíritu Santo los llevó al nivel de
la revelación, que es la respuesta a las preguntas humanas, orientadas por
Dios, para ser pensadas y experimentadas por el hombre.
Por otro lado, no deja de ser
interesante ver como son calificados estos razonamientos que condena el apóstol
y la biblia en general como necios razonamientos, irracionales, o realizados con
la intención de justificar sus propias concupiscencias.
Esto refuerza nuestra idea de que
no se está desechando la Filosofía, por un lado, ni tampoco todas las
filosofías, sino que pueden ser aprovechadas ciertas verdades alcanzadas para informarlas
hacia una respuesta más amplia y suficiente, y luego además hacer uso del
aparato lingüistico, lógico y racional para discernir esa palabra misma revelada,
ya que, al ser una respuesta dedicada a los hombres, requiere ser analizada y
comprendida desde las categorías del razonamiento humano. Considerando esto,
resultaría interesante pensar en adquirir y dominar el conocimiento filosófico
y cultural como una herramienta de evangelización que pueda a partir de los
atisbos de verdad alcanzados y de las nociones poseídas, guiarlos hacia verdades más altas.
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