A propósito del uso correcto del lenguaje en la cosmovisión cristiana: Transposición didáctica, problemas de comunicación y andamiaje de zonas de desarrollo próximo.

 

TRANSPOSICIÓN DIDÁCTICA, PROBLEMAS DE COMUNICACIÓN Y ANDAMIAJE DE ZONAS DE DESARROLLO PRÓXIMO.

«Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. » (2 Timoteo 2:24)

«Dios, en su gracia, nos ha dado dones diferentes para hacer bien determinadas cosas. Por lo tanto, si Dios te dio la capacidad de profetizar, habla con toda la fe que Dios te haya concedido.  Si tu don es servir a otros, sírvelos bien. Si eres maestro, enseña bien. » (Romanos 12:6-7)

Un escrito acerca de la importancia del correcto uso del lenguaje y del desarrollo del pensamiento en el que además se hizo un exordio sobre la aptitud-capacidad, no podría dejar de considerar un aspecto tan esencial de la palabra y el lenguaje como lo es el proceso de “enseñanza-aprendizaje”, en donde se busca transmitir la verdad, como bien vemos en los versículos introductorios.

En la primera parte de esta serie de escritos (clic aquí) comenté acerca del cuidado que deberíamos prestar al momento de utilizar ciertas nociones o argumentos, sobre todo si estos son desconocidos o “bastante elevados” y nos encontramos en un momento de transmitirlos y comunicarlos ante cierto grupo de personas en un contexto de enseñanza, debiendo buscar hacer un “ajuste” que tome en consideración el bagaje con el cual cuentan aquellos que reciben el mensaje, pero buscando introducir un aprendizaje nuevo y significativo. Esto nos podría llevar a considerar que en el tema de la importancia del lenguaje y sobre todo en el contexto de la instrucción y comunicación existen situaciones y reflexiones pedagógicas importantes, la cuales tienen que ver con lo que suele denominarse  “transposición didáctica” y “andamiaje de zonas de desarrollo próximo”.

DOS AGENTES EN LA COMUNICACIÓN

En el desarrollo del lenguaje en un contexto de comunicación y de enseñanza-aprendizaje hay dos tipos de agentes que deben ser activos para que este funcione, (emisor-receptor), aquel que enseña y aquel que aprende, el que habla y el que escucha, y también un canal o vía para transmitir el mensaje. Cualquiera de los dos agentes puede fallar en el proceso, ya sea por deficiencia de su función o por desinterés,  al no explicar bien por un lado y al no atender al mensaje por otro, también puede fallar la vía o canal de comunicación lo que impide que el mensaje pueda llegar a conocerse, o se puede hacer una labor adecuada de ambas partes en una vía correcta (lo idóneo), o alguna combinación de todas estas en donde alguno acierte y el otro falle. Si este proceso ha fracasado, no podemos culpar sin conocimiento e indagación a alguna de las partes, porque alguna pudo hacerlo bien y la otra fallar (más adelante explicare por medio de una experiencia porque esto me parece relevante pensarlo).


TRANSPOSICIÓN DIDÁCTICA Y ZONA DE DESARROLLO PRÓXIMO

Bien se comprende que el conocimiento del predicador debe adaptarse al público que escucha, esto es a sus necesidades y a su nivel de conocimiento (la llamada transposición didáctica), pero esto sin duda no significa que se deba rebajar el sentido del mensaje y distorsionarlo a algo que no es sólo para que sea más accesible, más bien se tiene que partir desde un punto de salida “común”, sobre el que se tiene cierto conocimiento y ubicar las “zonas de desarrollo próximo”; es decir, ubicar que conocimiento nuevo está cercano al que se posee, y puede vincularse y desarrollarse como una continuidad, haciendo saltos de comprensión, nuevas conexiones, nuevos pasos, para aprender nuevas palabras, resignificar nociones o comprender proposiciones nuevas enlazadas a las que se poseían. Se debe partir del conocimiento previo de quién oye, de su fuente cultural y de su bagaje lingüistico; pero sin perder de vista la meta de avanzar hacia algo mejor y verdadero. Para hacer una división se requiere conocer la multiplicación y la resta, para multiplicar es necesario dominar las adiciones las cuales se enseñan en conjunto con las restas, y  se van generando procesos y estadios de conocimiento, se van construyendo puentes de conocimiento entre contenidos de aprendizaje-enseñanza, mensaje que por otro lado debería estar comprometido con la verdad, y ese fue el punto clave en la anterior parte de esta serie de escritos. Si bien nadie debe añadir o quitar al mensaje de la verdad, este no es reducido, ni limitado, porque la palabra misma es viva, extensa, muy rica, y siempre puede llevarnos a más.

¿Se sigue predicando igual hacia los mismos y antiguos discípulos? ¿Se enseña de la misma forma entre nuevos y viejos alumnos? ¿Se siguen tratando los mismos temas luego de años y de la misma forma? ¿Siguen enseñando los mismos y los mismos siguen sentados escuchando? ¿No deberían estar ya enseñando los que llevan años aprendiendo? ¿No podrían aprender algo los que antes enseñaban de los que antes aprendían, tras el desarrollo y experiencia de estos?


Es una cuestión lógica que, al ir aprendiendo más, entonces también hay necesidad de dar más y exigir más; algo que no sólo se adapte a un desarrollo intelectual mayor, sino incluso a un momento y experiencia diferente de nuestra vida, y por supuesto, es necesario empezar también a enseñar a los que vienen atrás, “hacer discípulos”, enseñándoles como enseñó Pablo a Timoteo, cuidando nuestra enseñanza y nuestras acciones con un testimonio de la verdad.

«Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.» (1 Timoteo 4:16 RV1960)

«Ten mucho cuidado de cómo vives y de lo que enseñas. Mantente firme en lo que es correcto por el bien de tu propia salvación y la de quienes te oyen.» (1 Timoteo 4:16 NTV)

No tenemos a los chicos aprendiendo lo mismo cada año en las escuelas en las diversas asignaturas, no repetimos las mismas clases o usamos las mismas palabras y construcciones lógicas cuando notamos crecimiento intelectual y moral, sino que vamos más allá.

Hay un principio pedagógico que dice que no debemos exigir más de lo que un alumno puede dar porque lo llevaremos al fracaso y la frustración, pero de igual forma no podemos exigir menos porque lo llevaremos a la mediocridad, ya que no hay un ajuste real con su potencial.  En cuanto al mensaje es lo mismo, el oyente tiene ciertas características, experiencias, bagajes y necesidades. Si el lenguaje es muy elevado será dificil de entender y sin sentido alguno, si el mensaje es demasiado básico, aunque se pueda decir “Amén” al reforzamiento, no se desarrolla un potencial de “añadir más conocimiento”, o tal vez se insista sobre mensajes con temas que no tiene relevancia contextual, ni en el lugar, ni sobre la gente.  Creo que como la palabra tiene vida, también tiene contexto y ayuda a resolver la situación actual desde una visión dada.


UNA EXPERIENCIA RELACIONADA

Hace un tiempo me encontré en una situación muy interesante relacionada con esto, siendo maestro de jóvenes en la congregación; luego de charlar en una clase sobre cierto tema, se nos mandó llamar a los maestros semanas posteriores para platicar con nosotros. El tema fue la preocupación que mostraban algunos de los ancianos de la iglesia debido a algunos contenidos erróneos que estábamos enseñando, y que había que cuidar porque eran incorrectos. Se asumió sin indagar que quien enseñó, en este caso nosotros, lo habíamos hecho mal y era necesario poner las cosas en orden, e incluso mandar a alguna persona encargada a escuchar los próximos mensajes.  Investigando un poco descubrimos que el tema surgió debido a que alguno de los jóvenes (que la mayor parte de la clase se la pasa revisando y escribiendo en su celular) al responder a la pregunta de su padre sobre qué había aprendido en la clase, comentó lo que entendió o logró captar de lo que se dijo. La preocupación del padre era legítima por esa respuesta, salvo que eso nunca se enseñó en la clase. Más adelante platicando sobre el tema, argumenté que era importante no olvidar que en la enseñanza hay dos partes, y tanto el que enseña como el que aprende pueden errar en el proceso, puede haber problemas de lenguaje y confusión tanto al exponer como al interpretar lo expuesto. Pudimos comentar lo que realmente se dijo en la clase, con presencia de otros jóvenes que pusieron ese día un poco más de atención, y que pudieron confirmar lo que realmente se había dicho. Sin embargo, esta experiencia fue suficiente para cambiar toda la dinámica de la clase en lo sucesivo.

Esto para mí fue muy interesante, debido a que estábamos viviendo y abordando los grandes problemas de la pedagogía sobre la transposición didáctica: ¿Fue pertinente el mensaje y de acuerdo con el bagaje de conocimiento previo de los alumnos? ¿Fue dado de acuerdo con las necesidades del oyente? ¿Resulto interesante? ¿Había interés genuino de los estudiantes o estaban por obligación en aquella clase? ¿Usamos un lenguaje correcto? ¿El lenguaje sirvió para confundir o para iluminar? ¿Por qué otros sí entendieron? ¿Cómo puedo expresar lo que sé a otro que no lo sabe y que tiene otro conjunto de conocimientos? ¿Se puede enseñar a la fuerza o sin que exista un interés de quien aprende?

«Cuando estoy con los que son débiles, me hago débil con ellos, porque deseo llevar a los débiles a Cristo. Sí, con todos trato de encontrar algo que tengamos en común, y hago todo lo posible para salvar a algunos. Hago lo que sea para difundir la Buena Noticia y participar de sus bendiciones.» (1 Corintios 9:22-23).

UN EJEMPLO EN LA PREDICACIÓN DEL APÓSTOL PABLO EN ATENAS

«Entonces lo llevaron al Concilio Supremo de la ciudad.« Ven y háblanos sobre esta nueva enseñanza—dijeron—. Dices cosas bastante extrañas y queremos saber de qué se trata». (Cabe explicar que todos los atenienses, al igual que los extranjeros que están en Atenas, al parecer pasan todo el tiempo discutiendo las ideas más recientes). Entonces Pablo, de pie ante el Concilio, les dirigió las siguientes palabras: «Hombres de Atenas, veo que ustedes son muy religiosos en todo sentido, porque mientras caminaba observé la gran cantidad de lugares sagrados. Y uno de sus altares tenía la siguiente inscripción: “A un Dios Desconocido”. Este Dios, a quien ustedes rinden culto sin conocer, es de quien yo les hablo. »Él es el Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él. Ya que es el Señor del cielo y de la tierra, no vive en templos hechos por hombres, y las manos humanas no pueden servirlo, porque él no tiene ninguna necesidad. Él es quien da vida y aliento a todo y satisface cada necesidad. De un solo hombre creó todas las naciones de toda la tierra. De antemano decidió cuándo se levantarían y cuándo caerían, y determinó los límites de cada una. »Su propósito era que las naciones buscaran a Dios y, quizá acercándose a tientas, lo encontraran; aunque él no está lejos de ninguno de nosotros. Pues en él vivimos, nos movemos y existimos. Como dijeron algunos de sus propios poetas: “Nosotros somos su descendencia”. Y, como esto es cierto, no debemos pensar en Dios como un ídolo diseñado por artesanos y hecho de oro, plata o piedra.» (Hechos 17:22-29)

Los versículos anteriores son clave para el tema, nos recuerda como el apóstol Pablo buscaba ubicarse en el conocimiento y cultura de aquellas personas a las que les presentaba el evangelio, y partiendo de ese “conocimiento previo” generaba los andamiajes necesarios y comprensibles a la audiencia para llevarlos hacia un nuevo conocimiento, el cual estaba basado en la verdad;  al estar entre los griegos reconoce y utiliza “aprendizajes y nociones previas” culturales que tenía la población para presentarles el evangelio (sin rebajar este). En este caso particular, él hace mención en su discurso de la tradición filosófica-teológica y de la poesía griega, y de su acierto en algunas consideraciones (atisbos de verdad), pero redirige ese lenguaje hacia una verdad más absoluta que ellos desconocían, por lo que genera un ajuste; sin por ello faltar a la verdad, desarrollando un nuevo uso del lenguaje, llevándolos a generar un nuevo puente  lingüistico y racional sobre la verdad de Dios, y de Cristo: “En él vivimos, y somos, y nos movemos” “Linaje suyo somos” y “Al Dios no conocido” corresponden a fragmentos del filósofo y poeta Epiménides de Cnosos, del poeta Arato de Cilicia y de la costumbre griega de adorar al “Agnostos Theos”. Esto ilustra la idea de la transposición didáctica y la creación de andamiajes en zonas de desarrollo próximo donde se tiene el cuidado en la enseñanza de adecuar el mensaje al público; pero sin dejar de enriquecerlo y de orientarlo hacia la verdad, conformando y consolidando nuevos aprendizajes, nuevas palabras, nuevos conceptos y argumentos. ¿Cómo le enseño lo que sé a un grupo de personas que saben ciertas cosas, algunas diferentes y erróneas? ¿Cómo les presento algo nuevo sin que sea algo totalmente desconocido e ininteligible? ¿Cómo puedo adaptar mi lenguaje al suyo sin rebajarlo de tal modo que falte a la verdad, sino que más bien pueda elevar el suyo hacia un aprendizaje más sofisticado y mejor?

Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era este:  "Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca.  En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿Quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida." Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿Qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. 


Recuerda, las palabras sí importan, con ellas enseñamos y aprendemos la verdad. 





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