Para finalizar con nuestra serie
de reflexiones a propósito del uso correcto del lenguaje en la cosmovisión cristiana, en
este escrito (dividido en dos partes) nos internamos en un ámbito mucho más
filosófico y problemático. Investigaremos algunas preguntas fundamentales que han
interesado a diferentes pensadores y corrientes de pensamiento a lo largo de la historia: ¿Es posible
acceder realmente a la esencia de las cosas a través del lenguaje? ¿Cómo se
relaciona el lenguaje con la realidad "en sí misma", reconociendo que
el lenguaje esta unido a nuestra racionalidad?
De manera muy
sintetizada exploramos algunos planteamientos sobre los misterios del lenguaje, reconociendo las
dificultades inherentes al lenguaje, y buscaremos proponer distintas
respuestas filosóficas y teológicas que han enriquecido la discusión a lo largo
del tiempo.
LAS FORMAS ESENCIALES Y EL PROBLEMA DEL LENGUAJE: LA NATURALEZA DE LAS COSAS A LAS QUE ACCEDE LA PALABRA.
En la filosofía de todos los
tiempos el problema del lenguaje se ha contemplado y abordado desde diferentes
ángulos de interpretación. En consonancia con nuestras reflexiones previas
sobre la importancia del uso correcto del lenguaje debemos afrontar la pregunta
crucial: ¿Es posible acceder a la esencia y naturaleza de las cosas a través
del lenguaje?
EL DEBATE FUNDAMENTAL
La pregunta realizada previamente
requiere dos consideraciones importantes, por un lado, a nivel ontológico se
presupone a través del cuestionamiento la existencia y realidad de una “esencia”, “naturaleza” o “sustancia” de las cosas, y, por otro lado, se
cuestiona si a nivel epistemológico podemos acceder y conocer estas esencias, y
cómo lo hacemos. Las respuestas a estas consideraciones implicarían todo un
estudio a la larga tradición filosófica humana que se ha dado durante milenios
y a las distintas corrientes que existen con sus distintos matices, sus pros y
sus contras. Intentaremos dar un esbozo muy superficial sobre este asunto,
orientándolo principalmente al vinculo que hay sobre este tópico con el
lenguaje y asociado a la cosmovisión teísta cristiana.
Los filósofos llaman a esta esencia-naturaleza
de los entes (cosas) “universales” “formas” o “ideas”. El realismo defiende
la existencia real y objetiva de estas esencias fuera de la mente humana, es
decir en el mundo y en las cosas mismas, mientras que el idealismo sostendrá
que los objetos no pueden existir sin que haya una mente que esté consciente de
ellos. El idealismo no es necesariamente antagónico al realismo ya
que hay derivaciones que postulan la existencia de objetos abstractos e
inmateriales que son independientes del observador. Para el nominalismo
por el contrario no existen estos “universales” o “formas”, sino que son
etiquetas o nombres que se asignan a cosas específicas que comparten ciertas
características, sin implicar una realidad que va más allá de las cosas
particulares, sólo existen los entes individuales y materiales.
El nominalismo se presenta por
tanto como problema de los universales, ya que plantea que no existen los universales
como tal, ni tampoco las esencias de las cosas (o que al menos no
accedemos realmente a ellas por medio del lenguaje), sino que las palabras son
una especie de mecanismos lingüísticos para categorizar y poner etiquetas de
forma mental, una ficción mental para clasificar conjuntos de cosas que son similares,
sin que exista una realidad ontológica en ese objeto abstracto, siendo las
cosas materiales particulares los únicos entes reales. En esta mirada se llega a negar la existencia extramental de
una “naturaleza” o “esencia” sobre las cosas y que comparten con otro conjunto
de cosas semejantes, y por lo tanto las palabras serían sólo una especie de
símbolos que sirven como organizadores mentales sin relación con la comprensión
de una naturaleza de la que participan las cosas: existen las cosas
concretas, pero no las “formas, universales, esencias o ideas” de estas cosas,
las cuales quedan catalogadas como meras abstracciones mentales, a las que el
lenguaje hace mención, pero irreales, es decir que no conocemos la “esencia” de
las cosas, y probablemente tampoco existan.
La verdad de la palabra resulta entonces en una simplificación de la realidad a través del lenguaje, una convención incluso, de universales que podrían entenderse como “etiquetas” para designar mentalmente las cosas y darles nombres; extraer y capturar propiedades comunes para formar categorías, lo que para una nominalista resultaría no en el acceso a la verdad o al conocimiento de las esencias o naturalezas, sino un mecanismo mental “irreal” para auto explicarse lo que nos rodea: ¿Podemos acceder al conocimiento considerando nuestra limitada condición epistémica?, ¿No será una mera ilusión del conocimiento la que tenemos? ¿Estamos acudiendo a mentiras llamadas palabras? ¿Podemos afirmar realmente el significado de las cosas?
Vinculo entre palabra-esencia:
La palabra, según la reflexión
lingüística clásica, consiste en la unión de un significante (sonido o
etiqueta) y un significado (noción o naturaleza). Para la corriente realista
es posible abstraer nociones o notas esenciales de la naturaleza y sustancia de
los entes particulares a través de su
intelección, existiendo además una relación y vinculación real con las cosas.
La palabra (y la comprensión de
su significado) está por tanto unida a la esencia real o al “universal”
de las cosas, la cual está asociada a un ente particular, pero también a
otro conjunto de entes que poseen una naturaleza y características esenciales
similares; por ejemplo, la idea de “gato” que refleja la naturaleza-esencia de mi
gato “Gordito”, pero también la del conjunto de gatos que poseen esa misma esencia.
La palabra “gato” tiene entonces además de su etiqueta nominal (el conjunto de
letras y el sonido g-a-t-o) un
significado (símbolo de la entidad inmaterial-información-forma), que penetra,
define, nombra y comprende la naturaleza o esencia de lo que los
gatos son.
Desafíos filosóficos y teológicos del lenguaje.
Como podemos observar, el
análisis del lenguaje requiere entonces una reflexión filosófica y teológica
sobre las siguientes cuestiones: ¿Qué es
lo real? ¿Qué es la verdad? ¿Existen las esencias y las naturalezas de las
cosas? ¿Se puede por medio de la razón y el lenguaje acceder a estas esencias?
¿Existen las formas, ideas o universales más allá de la mente? ¿Sólo existe lo
material o también lo inmaterial? ¿Si existen, podemos conocer las esencias y
naturalezas de las cosas?
TEÍSMO-REALISTA.
Dependiendo como resolvamos estas
preguntas, nos ubicaremos en algunas de las corrientes o en algunos de sus
espectros; en la mayoría de los casos se considera que un teísta cristiano debe
adoptar un modelo realista esencialista (realismo metafísico) muy bien
expresado por Tomás de Aquino, y por lo tanto considerar que las esencias y
naturalezas (universales) existen primero en la mente y el diseño
divino, como modelos o arquetipos de los que participan las cosas materiales particulares
creadas de acuerdo con su especie o forma y que guardan una relación real con
estos universales (relación ¿informática-inmaterial?), y ante la cual
podemos penetrar en su particularidad para conocer este universal a
través del acceso a esa información que puede extraerse por medio de la
razón-lenguaje (ya que de algún modo está hecho por medio de un razonamiento y
código informático), y tener un conocimiento racional y lingüistico de la
realidad y de la verdad, de acuerdo con cómo fue pensada y establecida
primeramente por la mente de Dios en las cosas, o al menos pensada así para ser
comprendida de una forma particular por la mente y horizonte de intelección
humana. Comprender la “forma”, “el
universal” o “la idea” en este sentido clásico significa acceder a
la sustancia o la realidad última de las cosas de acuerdo con su naturaleza y
forma dada, compartida con aquellas cosas que son de su misma especie, dado que
la naturaleza creada posee un lenguaje y un código que le hacer ser lo que es,
es posible acceder a este lenguaje, al menos en cierta medida.
TEÍSMO-IDEALISTA
Por otro lado, sin embargo,
existen otras posturas teístas interesantes como el idealismo de Berkeley, el
cual argumentó que la realidad material no tiene existencia independiente de la
mente-conciencia y que todo lo que percibimos está en la mente de Dios. Berkeley
afirmó que los entes materiales son simplemente conjuntos de percepciones, y su
existencia depende de ser percibidos por una mente (como una especie de
programación virtual), ya sea la mente humana o la mente divina. Dios, según
Berkeley, es la mente que percibe todas las cosas y sostiene la realidad a
través de su constante observación. En otras palabras, la realidad material
existe porque está siendo continuamente percibida-observada-medida y sostenida
por la mente divina, las cosas existen porque fueron “programadas” para existir
al ser percibidas, “ser es ser percibido.”, el ser humano por tanto
percibe la realidad “como es” porque de
hecho esta existe al ser percibida y no puede existir de otro modo. El lenguaje
se convierte en un elemento crucial para la comprensión de las ideas y la
comunicación entre las mentes finitas. Las palabras y signos lingüísticos no se
refieren a entidades materiales independientes, sino a ideas en la mente. Berkeley rechaza la existencia de universales
abstractos independientes, como los propuestos por el realismo. En su
lugar, sugiere que los universales y las formas son percepciones
mentales que existen en la mente divina y son accesibles a las mentes finitas a
través de la percepción sensorial y la introspección. El lenguaje, según
Berkeley, se convierte en una herramienta para compartir y expresar las ideas
que Dios coloca en nuestras mentes a través de la percepción. Cuando hablamos
de "manzana" o "belleza" nos referimos a ideas que tienen una realidad en la mente
divina. La mente de Dios garantiza la consistencia y la coherencia de nuestras
experiencias. Las cosas no existen sin una mente que las perciba, su esencia
es la de ser percibidas, para acceder y conocer las esencias se
requiere por tanto que sean percibidas por nuestras conciencias y mentes.
TEÍSMO-NOMINALISTA
Aunque parezca increíble, otro
pensador teísta de mucha talla fue
Guillermo de Ockham, el cual se opuso a toda la tradición clásica de los
universales con sus reflexiones nominalistas (y que para muchos es la raíz del
relativismo moderno), según este pensador y como hemos mencionado más arriba, sólo
existen las cosas concretas y particulares, no existen las esencias ni universales.
El lenguaje y los términos generales son simplemente medios mentales que
utilizamos para agrupar objetos similares, están basados en nuestras
experiencias, y usamos este mecanismo para
conocer, sin embargo, es una ficción y representación sin base ontológica. Dios
que es omnisciente y todo poderoso no requiere categorías de esencias
para crear cosas particulares, ni mucho menos para conocerlas, ya que puede
conocer cada ente particular creado y poseer un lenguaje mucho más rico y
exacto para llamar cada una de las cosas por sí mismas sin recurrir a
generalidades o etiquetas de categorías mentales. Por lo tanto, se rechaza la idea de que los universales
y las naturalezas existan en la realidad y menos en la mente divina
(aunque en su omnisciencia debería saber que recurrimos a esos mecanismos mentales para
categorizar y aprender, así como conocer nuestras ideas a nivel mental, cosas
que Él no necesita). Las palabras son sólo categorías generales y no tienen una
existencia real fuera de las etiquetas mentales. Ockham sostenía que no
deberíamos postular la existencia de entidades abstractas si no es
absolutamente necesario.
0 Comentarios