Los pobres en la biblia



𝐋𝐎𝐒 𝐏𝐎𝐁𝐑𝐄𝐒 𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐁𝐈𝐁𝐋𝐈𝐀

¿El pobre es pobre porque quiere? ¿Por flojo? ¿Por culpa de la opresión/explotación de los ricos? ¿La biblia exalta la pobreza? ¿El cristianismo es una creencia para los pobres? ¿Debemos ayudar a los pobres? ¿Para entrar en el reino de los cielos es necesario ser pobre? ¿Es malo ser rico?

𝐋𝐚 𝐩𝐨𝐛𝐫𝐞𝐳𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐛𝐢𝐛𝐥𝐢𝐚
Al identificar a los pobres descritos en la Biblia, podemos distinguir al menos cuatro principales categorías de gente pobre. A continuación una breve descripción de cada grupo.

1̲.̲ L̲o̲s̲ p̲o̲b̲r̲e̲s̲ c̲o̲m̲o̲ c̲o̲n̲s̲e̲c̲u̲e̲n̲c̲i̲a̲ d̲e̲ l̲a̲ p̲e̲r̲e̲z̲a̲.̲ La Biblia habla de aquellos que son pobres porque son flojos y rehúsan trabajar. Este grupo indolente recibe agudas críticas de Dios y está bajo su santo juicio. Karl Barth clasificó la pereza como uno de los pecados primordiales y fundamentales del hombre, junto con el orgullo y la deshonestidad. Es al perezoso que Dios le dice: “Perezoso, mira a las hormigas; fíjate en sus caminos” (Proverbios 6:6), avergonzando al holgazán al decirle que busque instrucción en los insectos. Sin duda en este grupo está pensando Pablo cuando dice: “Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). Puesto que la Biblia critica al pobre holgazán, algunos se han apresurado a concluir que indolencia y pobreza son sinónimos. Algunos asumen que la pobreza siempre y en todo lugar es señal de pereza. Así, se puede abandonar justamente a los pobres, pues se les deja que sufran su “merecido castigo por la pereza”. Tal actitud refleja una lamentable ignorancia o una insensible indiferencia hacia distinciones que la Biblia nos obliga a hacer. Hay otras causas de la pobreza.

2̲.̲ L̲o̲s̲ p̲o̲b̲r̲e̲s̲ c̲o̲m̲o̲ c̲o̲n̲s̲e̲c̲u̲e̲n̲c̲i̲a̲ d̲e̲ u̲n̲a̲ c̲a̲l̲a̲m̲i̲d̲a̲d̲. Las Escrituras reconocen que muchos se quedan en la pobreza a consecuencia de los estragos causados por una enfermedad o un desastre. El hombre que nace ciego, la persona que queda inválida por un accidente, el agricultor cuya cosecha resulta destruida por inundación o sequía, todos ellos tienen una razón justa para su situación de pobreza. Estas personas son víctimas de circunstancias que ellas no han causado. Para estos pobres, la Biblia adopta una actitud de compasión y genuina caridad. Es responsabilidad del pueblo de Dios encargarse de mitigar el sufrimiento de estas personas. Los pobres deben ser una preocupación prioritaria de la iglesia. Ellos son los hambrientos que se deben alimentar, los desnudos que hay que vestir.

3̲.̲ L̲o̲s̲ p̲o̲b̲r̲e̲s̲ a̲ c̲o̲n̲s̲e̲c̲u̲e̲n̲c̲i̲a̲ d̲e̲ l̲a̲ e̲x̲p̲l̲o̲t̲a̲c̲i̲ó̲n̲.̲ Estos pobres son oprimidos. Ellos son las masas que diariamente se frustran por no poder “luchar contra el gobierno”, aquellos que viven en carne propia el triste eslogan de que “los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”. Este grupo sufre humillaciones cuando vive en sociedades donde las instituciones sociales y políticas, y especialmente los sistemas judiciales, favorecen a los ricos y poderosos y dejan al pobre sin defensa. Tal era la condición de Israel en el siglo VIII A. C., cuando Dios vociferó contra su pueblo. La Palabra de Dios llegó mediante la crítica profética que exigía justicia y equidad en una época en la que los pobres eran vendidos “por un par de zapatos”. Este era el estado de Israel cuando era esclavo en Egipto. Este tipo de pobreza conmueve a Dios mismo cuando escucha el clamor y los lamentos de su pueblo oprimido y dice: “¡Deja ir a mi pueblo!”. Tal injusticia e iniquidad siempre debería conmover al pueblo de Dios. Esta es la base de la iglesia para la necesaria y legítima acción social.

4̲.̲ L̲o̲s̲ p̲o̲b̲r̲e̲s̲ c̲o̲m̲o̲ c̲o̲n̲s̲e̲c̲u̲e̲n̲c̲i̲a̲ d̲e̲l̲ s̲a̲c̲r̲i̲f̲i̲c̲i̲o̲ p̲e̲r̲s̲o̲n̲a̲l̲. El Nuevo Testamento designa a estas personas como pobres “por causa de la justicia”. Este grupo, cuyo principal representante es Jesús mismo, está compuesto por personas que son voluntariamente pobres. Su pobreza es el resultado de una decisión consciente de elegir estilos de vida o vocaciones con poca o ninguna remuneración financiera. A este tipo de pobres se les prometen especiales bendiciones de Dios. Ellos son pobres porque quizá las prioridades de sus vidas no sean compatibles con los valores estándares de la cultura en la que viven. Entre los que pertenecen a esta clase está Jonathan Edwards, que escribía con letras casi microscópicas a fin de ahorrar papel debido a su reducido estipendio (lo que al final le costó a la iglesia y a las universidades cientos de miles de dólares para recuperar y reconstruir los invaluables tesoros de sus palabras); Martín Lutero, quien renunció a una lucrativa carrera para ponerse el hábito de monje; o el moderno empresario que rehúsa hacer negocios de dinero fácil porque tiene escrúpulos acerca de elementos anti-éticos ocultos.

¿𝗤𝘂𝗲́ 𝗽𝗼𝗱𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗮𝗽𝗿𝗲𝗻𝗱𝗲𝗿 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮𝘀 𝗰𝘂𝗮𝘁𝗿𝗼 𝗰𝗮𝘁𝗲𝗴𝗼𝗿𝗶́𝗮𝘀?
En primer lugar, deberían advertirnos que no pongamos a todos los pobres en el mismo saco. Debemos resistir la tendencia a generalizar acerca de la pobreza. Una advertencia igualmente insistente debe pronunciarse acerca del mismo tipo de injusta agrupación de los ricos. Sería una calumnia sostener que todos los ricos son corruptos, como si todas las riquezas se adquiriesen por medios malvados o explotando a los pobres. No todas las personas ricas son avaras o despiadadas. Acusar indiscriminadamente a los ricos sería condenar a personas como Abraham, Job, David, y José de Arimatea. Segundo, debemos evitar una idealización teológica y política de la pobreza. A lo largo de la historia de la iglesia, ha habido repetidos esfuerzos por hacer de la pobreza el prerrequisito para la entrada al reino, de igual forma se hace en algunas ideologías políticas populistas que utilizan al pobre y su condición como medios para alcanzar sus propios fines, sin un interés genuino y exaltando a toda clase de pobres. Se la ha considerado como una forma de obra de justicia por la cual el pobre tiene un boleto directo al cielo. Esto sustituye la justificación por la fe por una justificación por la pobreza. Tercero, debemos reconocer que Dios se preocupa profundamente por la pobreza humana y el consecuente sufrimiento. Nuestro deber es no estar menos preocupado que Dios mismo. En tanto que los pobres estén con nosotros, estamos llamados a ministrarlos, no solo a través de la caridad, sino buscando y trabajando para la reforma de las estructuras sociales y políticas que esclavizan, oprimen, y explotan.

RC SPROUL

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